Tambores, tambores, tambores.
Noche fría bajo la luna llena. Sevilla iluminada de naranja. Oro reluciente pasando por las calles. Seda fina cubriendo las piernas de las mujeres. Viejas que se santiguan al ver a su Madre celestial erguida sobre lechos de flores. Cirios. La luna se desplaza suavemente, haciendo brillar de plata los contornos y las hojas de los árboles. La plaza se ha hecho más grande y el mundo es también distinto al anterior.
Tambores, tambores, tambores.
Pasa el Hijo. Una hora después, la Madre.