Coming of age

Hacerse mayor es soltar lastre y volar, pero nos da mucho miedo volar. Igual que caminar, tras caer una y otra vez. Pero no hay nada como la satisfacción de vernos en el aire, o desplazándonos a través del suelo, sea a pie, sea en bicicleta, sea asiendo un volante con las manos. Todos estos pasos me han costado mucho, puesto que nadie se ha ofrecido a dármelos, y el tiempo para poder alcanzarlos por mí mismo me ha supuesto mucho esfuerzo. También es este propio bloqueo el que me ha impedido realizar las cosas que se suponía que debía hacer por mí mismo el que ha propiciado que pensara que no era capaz de hacerlas. Para auto convencerse de que uno puede hacer algo tiene que ponerse manos a la obra. Es la única forma. No hay ninguna lección válida que extraer en la observación del fracaso ajeno, o escuchar consejos desacertados de personas que no comparten la misma experiencia vital, y no se ha de olvidar tampoco que no hay dos seres humanos iguales conviviendo en el mundo.

Cuando somos niños vemos las cosas de un modo más puro y entero que tras los años que suceden a nuestra frenética entrada al mundo adulto. Las preocupaciones, leves y graves, empañan nuestros sentidos y tornan nuestra vista de colores más grises. Las distracciones se hacen más necesarias, porque la realidad se convierte en pesadilla; es algo continuo. Solo entonces, en medio de ese glorioso entretenimiento, nos atrevemos a realizar y dar rienda suelta a nuestros sueños.

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