Quaranta

40 es un número, si no sagrado sí legendario; es el número de los ladrones orientales que custodiaban la cueva de los tesoros, el número de días tras el cual suele pasar algo extraordinario si se viven con fe, esperando en ayuno y abstinencia.

Es el número que da nombre a los meses que preceden a la primavera. El número simbólico que duró el Gran Diluvio sobre la Tierra entonces conocida, los mismos días que tardó Dios en esculpir para siempre en diez trazos los Mandamientos sobre roca.

Cuarenta son los días que llevamos encerrados sin clamar por nuestros derechos ni libertad, cuarenta son las derrotas diarias sufridas hasta ahora.

Quizá sea ya la hora de despertar del largo letargo cuaresmal y comenzar de veras la Pascua de Resurrección.