Cuando era pequeño me encantaba ver cualquier medio de transporte. Coches, trenes barcos y aviones, cohetes espaciales… El vehículo es el medio de alcanzar lo inasible, lo inalcanzable. Pero quizá sea solo el viaje lo que enciende el ánimo y la esperanza de alcanzarlo, antes de llegar. Una vez en destino, ya todo cobra menos importancia y las expectativas se desvanecen al comprobar que la vida sigue siendo igual, aquí o allí, allá donde vamos, más difícil o menos, más sucia o limpia. Quizá la esperanza está solo en el trayecto que hemos de transcurrir, sobre o entre montañas, cruzando mares o inmensas extensiones de tierra, más o menos fértil.