Abierto hasta el Amanecer

Con los ojos secos y brillantes, pocas horas de sueño encima, y una fiebre alta que no me deja apenas moverme, sigo viajando, incansable, en busca de lo que nunca encontraré, salvo por breves momentos de fugaz lucidez.

Por delgadas rutas verdes interprovinciales, bajo cimas puntiagudas y rodando sobre infraestructuras gastadas, entre pinos, sorteando montes cubiertos de matojos aleatorios, al fondo hay una ciudad escondida, nuestro próximo destino.

Antaño, no hace mucho tiempo, nos guarecíamos bajo la roca para protegernos del frío invierno. En lugares ancestrales como este lo siguen haciendo, al igual que nuestros antepasados, los últimos pueblos libres del Sur.

Contemplo un río antiguo excavando su garganta bajo casas de piedra mientras imagino que me recupero y que esta noche podré salir un rato a contemplar las estrellas antes de irme a dormir.

Un día pasado bajo la roca, mañana marcharemos sobre ella.

Deja un comentario