Películas de guerra

Nos criamos entre llantos y gemidos épicos, acordes malditos que nos ponían la piel de gallina y nos incitaban a movernos y tirar para adelante, sin dejar que nos tragase el sofá, aunque todo el show duraba mientras estuviéramos confortablemente sentados en medio del salón. Allí se hacían realidad y tornaban en materia los sueños de otros visionarios más capaces, años más tarde infantilizados, reducidos al olvido o al desdén.

El cine nos liberó, igual que hacía con la gente en sus inicios, abriéndonos la puerta a imaginar de otra manera enteramente distinta, más cómoda, pero no por ello peor ni mucho menos valiosa. Al contrario, hacer una buena película debe ser el trabajo más duro del planeta.