Nada nos sorprende más que despertarnos en una habitación que no esperamos, tras dormir toda una apacible noche sobre una cama que no es la nuestra, sin duda más cómoda, pero por ello mismo desconocida.
Son lugares donde nos encontramos de nuevo con nosotros mismos, tras largos meses dedicados a cosas que no son nuestras, cosas que no somos nosotros.
Aquí, en cambio, la complicidad se convierte en la nueva rutina, los horarios no estorban, las molestias son pasajeras y los beneficios muy grandes.
El ocio es necesario para purgar el negocio. Tal es el precio de la vida.