Casa

Este será mi tercer año viviendo en el centro y aún no he disfrutado plenamente de la Alameda por la noche, a pesar de vivir a apenas tres minutos andando. De sus bares de copas y terrazas. Cada vez que he pasado ante la torre de don Fadrique me ha apenado no ser del todo consciente de su plena medievalidad. Calles eternamente sucias, pero aun así sigue siendo el centro.

Pensaba que era en aquella larga y antigua calle del centro donde acababa la Sevilla conocida, así que allí me fui a vivir. Pero al cabo del tiempo descubrí que la calle no tenía salida. Las cosas que no conocemos se nos antojan mejores, pero la sensación de aprender algo nuevo no implica necesariamente que sea algo bueno o que nos convenga. No obstante, ansiamos aprender, y conservamos ese anhelo por el espacio de toda una vida, como un arma evolutiva eficiente contra los continuos avatares de la vida.

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