«Por qué no podemos esperar»

La vida no se detiene para nosotros. La vida no espera a que estemos preparados para afrontar las mismas etapas señaladas para cada existencia humana a lo largo de los siglos. Tal vez nuestros primeros años, más fáciles en todo de lo que lo fueron para nuestros mayores, no nos hayan servido para enfrentarnos a la máxima dificultad que imponen estos duros tiempos de incertidumbre y desgaste de las estructuras, de basura y de mentira, de vano espectáculo sobre bases de mierda.

No podemos esperar a que se abran las fronteras o mejoren las condiciones laborales, a que el mercado esté listo para asimilarnos o a que se encuentre una cura para las enfermedades que aún no conocemos como corregir. No podemos esperar a terminar unos estudios que no nos llevan en realidad a ninguna parte pero que nos exigen dedicación entera y matrículas muy reales o a firmar un contrato de duración determinada que nos permita sobrevivir unos meses antes de lograr un puesto más estable, condición indispensable para los bancos y para aspirar a menos de la mitad de calidad de vida de nuestros padres pero que aun así resulta insuficiente para mal llamados propietarios (en realidad hipotecados de por vida) avariciosos de infraviviendas.

La vida sigue esperando algo de nosotros que no podemos dar si no nos dejan vivir como es debido, como se ha vivido siempre.