La belleza verdadera

Verdadero, bueno y bello: Verum, bonum et pulchrum.

Tales fueron las máximas con que me machacaron hasta el tedio, durante una alargada y aletargada adolescencia. Las directrices del motor inmóvil aplicadas al amor a la verdad. Aún recuerdo con temor aquellos inmensos tomos pesados que invitaban a la hiperreflexión, imposibles de leer, aquellas estanterías repletas de ensayos imposibles de abarcar no solo en una, sino en mil vidas dedicadas al estudio de cosas inútiles pero inspiradoras. Y sin embargo tenían razón. La verdad es sinónimo de belleza, la belleza nos cautiva y nos hace ver como bueno aquello que quizá no lo sea, aunque lo parezca. Y este es el motor que nos impulsa a actuar aun a nuestro pesar.

Gracias Filosofía, gracias Sabiduría. Os debo una.

Autopista del Sur

Es el primero de los caminos, el más antiguo de todos cuanto conozco, que siempre lleva al mismo sitio, allí donde termina la tierra seca y empieza el mar.

Esta carretera parece en realidad un sendero rectilíneo, flanqueado por árboles que dan una sombra perpetua, ya sea en invierno como en verano.

Desde ella, entre ramas frondosas, diviso las montañas al este antes de cruzar el Guadalete y con ello la frontera deseada para hundirme en las marismas, donde el tiempo se ralentiza y regresamos a la vida del siglo pasado, que tanto añoro.

La vida a un lado y el final al término.