Ocaso

Mirar al horizonte, hacia al atardecer, siempre supuso un acto de rebeldía contra el orden establecido. Como un acto de fe, impulso del corazón frente a la dureza de la fría lógica. Único consuelo a veces tras una larga jornada de trabajo, de sol a sol, hasta verlo hundirse para ascender de nuevo, incansable, eterno, alumbrando el día siguiente.

Contemplar las estrellas sobre el cielo, consumiendo su fuego a través del espacio y del tiempo, en dimensiones donde se entremezclan los últimos límites inalcanzables para la humanidad. Tal es su poder, aquel que no podemos comercializar ni alterar a nuestro antojo, puesto que nos es imposible llegar hasta ellas.

Tablada

Despegar tras el sol brillando a las seis y media y sufriendo el viento de frente, soplando desde los lindes del océano Atlántico. Cuna, madre, origen de los vuelos grandiosos partidos desde España a otros continentes, museo del aire, amor por las hélices y especies aladas de todo tipo, vivas e inertes.

Las aves estiman a los hombres que vuelan, ya que los pescadores del aire no las cazan, sino que vuelan a su par.

Hombres fatigados, completamente dependientes de sus motores. Hombres que, asistidos por otros hombres, surcan los cielos y quiebran las fronteras pasadas, sobre las nubes.

Tiempos memorables

Vivimos diversos cambios de ciclo, épocas, siglos y milenios; fuimos personas excepcionales, no por méritos propios, sino por todo el progreso del que nos beneficiamos hasta convertirlo en costumbre. Los ochenta fueron el caldo de cultivo perfecto para la innovación artística hasta llegar al esplendor tecnológico de los noventa, la crisis del dos mil, los retrocesos políticos y la decadencia posneoliberal que se extiende aletargada hasta nuestros días. Visionando los clásicos me he dado cuenta de que el no tan reciente ya cambio de siglo roza a veces la perfección (sobre todo cinematográficamente), y no deja de sorprenderme tal transición. Sin embargo, ahora hemos tocado techo al parecer y ya solo toca pagar los platos rotos que tanto hemos postergado.

Patria

Antes de llegar a las marismas solemos encontrar algunos cortijos ya vencidos, bajo un cielo que amenaza permanente tormenta. El lecho del antiguo Lago Ligustino poblado de malezas verdes, extendido sobre un cielo claro. Pájaros volando en busca de alimento sobre los arrozales. Ardillas y ratas corretean sobre el desvencijado asfalto. Viaductos de hormigón de aspecto franquista cruzando los campos. Un día encontramos un perro atropellado, con los intestinos fuera, parecía estar temblando aún en medio de la calzada.

El pueblo de mi familia alzado sobre el centro de la marisma. En la encrucijada donde convergen los principales caminos que conducen al mar y a las montañas, los caminos de la droga del Estrecho.

Bicho raro

Nadie puede amar a los demás si no empieza por uno mismo. A mí me despreciaron desde siempre, por lo que me resulta difícil querer algo que no resulta amado por la sociedad en general. Solo cuento con el aprecio de la parte débil, de la que también se siente sola y abandonada por el mundo y que busca consuelo y algo que compartir con el exterior como yo.

Sin embargo, tengo mis momentos en los que causo admiración y sorprendo a quienes me subestiman. Cuando llega la inspiración soy capaz de sobreponerme a las dificultades, pero siempre tengo que empezar a convencer a la parte más difícil, que no es otra que yo mismo.

Noche de verano

Son noches donde crujen insectos y caen estrellas del cielo oscuro. Bajo nuestros pasos gimen piedras y se doblan cardos secos. Al fondo, desde las calles del pueblo se levanta un olor perenne a restos de carne de alguna caza y a rocío, a arroyo y a plantas humedecidas, a mosquitos perecidos.

Tarda la luna en salir, oculta aún tras las montañas, hasta bien entrada la madrugada no la veremos y habremos de contentarnos con contemplar las sempiternas estrellas que iluminaban nuestros sueños de pequeños y que olvidamos con tanta facilidad por causa de nuestros problemas cotidianos.

Azar

No hay reglas escritas. El camino lo construimos nosotros. Por eso no hay un manual para todo. Siempre me aferré a las reglas y a las normas porque me transmitían confianza y me ayudaban a vencer mis miedos. Pero no hay reglas ni normas aplicables por entero a la vida. Todas, una por una, fallan una y otra vez. Al igual que las personas cambian, cambian los escenarios y las condiciones de juego.

Fin

Siempre me angustiaron los finales, la simple palabra fin me clava aún una puntiaguda espina en la garganta. Debido a ello retrasé todo lo que pude mi crecimiento durante mis primeros años de vida y con frecuencia he detestado la realidad inmediata, siempre finita y, a menudo, manifiestamente mejorable.

Sin embargo, me terminé enamorando del desarrollo de las ideas, del nudo (casi infinito), una vez acometido el primer paso de terminar la presentación. El transcurrir de las cosas puede demorarse en el tiempo hasta límites insospechados. Esta es la parte más interesante de la vida, ya que el principio precisa de continuación, y el final ya no tiene nada más que aportar una vez llega y da la sorpresa según su intención y modos.

Sigamos hasta el fin y esperemos demorarlo todo lo posible, porque una vez acabado el viaje volvemos al aburrido punto de partida sin ser ya los mismos. Nunca podremos superar la emoción de la primera vez. Por eso la vida es solo una, único elemento desprovisto de simetría, de dualidad.

Recuerdos

No son las cosas las que cambian, sino nosotros. Y somos nosotros quienes cambiamos las cosas, ya sea en la realidad o en nuestra mente. Los lugares son inmóviles, no cambian por sí solos, sino que son las personas que habitan en ellos quienes los modifican a su antojo según la medida de sus posibilidades. Por ello nos asombra enormemente volver a amar las mismas cosas aun pasado el tiempo. El tiempo solo no cambia los paisajes; estos seguirán siendo los mismos pasadas tres estaciones. Pero nosotros, aunque espirales que aspiramos a ser cíclicos y nos creemos rectilíneos, sí cambiamos y nos desgastamos, año tras año, aspirando más y más y olvidando lo esencial.

Soy un ladrón de recuerdos. Robo aquello que veo y siento y lo utilizo para mi propio beneficio, hinchándolo de belleza. Como una adicción bendecida, extraigo de un poso inmóvil de ensueños fragmentos de una realidad ya vencida.

Viaje de noche y Jotas

Me vi obligado a hacer la maleta deprisa y corriendo para pasar la noche en la sierra. JC, quien me había embaucado a realizar aquella aventura y se ofreció a llevarme hasta allí, me pidió permiso para correr y yo se lo concedí sin saber muy bien a qué me comprometía. El coche bajaba cuestas milenarias como un cometa incandescente, aun así controlado, y de vez en cuando JC se erguía sobre el volante para divisar por el breve desarrollo de un instante una torre de vigilancia o un valle perdido entre sombras. Finalmente llegamos a nuestro destino, un pueblo enorme de piedra rodeado de rocas, hendido por un río límpido y frío. Allí, tras una breve cena, pasé una fría noche sobre un duro suelo de mármol, más duro aún que las piedras de la montaña. Al día siguiente convencí a otro conductor cuyo nombre empezaba por la inicial J para que me llevara hasta Jerez, lugar donde había de pasar el día, que consideraba que quedaba de camino en su retorno a Sevilla.