No son las cosas las que cambian, sino nosotros. Y somos nosotros quienes cambiamos las cosas, ya sea en la realidad o en nuestra mente. Los lugares son inmóviles, no cambian por sí solos, sino que son las personas que habitan en ellos quienes los modifican a su antojo según la medida de sus posibilidades. Por ello nos asombra enormemente volver a amar las mismas cosas aun pasado el tiempo. El tiempo solo no cambia los paisajes; estos seguirán siendo los mismos pasadas tres estaciones. Pero nosotros, aunque espirales que aspiramos a ser cíclicos y nos creemos rectilíneos, sí cambiamos y nos desgastamos, año tras año, aspirando más y más y olvidando lo esencial.
Soy un ladrón de recuerdos. Robo aquello que veo y siento y lo utilizo para mi propio beneficio, hinchándolo de belleza. Como una adicción bendecida, extraigo de un poso inmóvil de ensueños fragmentos de una realidad ya vencida.