Antes de llegar a las marismas solemos encontrar algunos cortijos ya vencidos, bajo un cielo que amenaza permanente tormenta. El lecho del antiguo Lago Ligustino poblado de malezas verdes, extendido sobre un cielo claro. Pájaros volando en busca de alimento sobre los arrozales. Ardillas y ratas corretean sobre el desvencijado asfalto. Viaductos de hormigón de aspecto franquista cruzando los campos. Un día encontramos un perro atropellado, con los intestinos fuera, parecía estar temblando aún en medio de la calzada.
El pueblo de mi familia alzado sobre el centro de la marisma. En la encrucijada donde convergen los principales caminos que conducen al mar y a las montañas, los caminos de la droga del Estrecho.