El olor del verano muerto

Cayó una flor de jazmín a enterrarse dentro del tiesto. Olía a lluvia, mas no llovía. No aún. También llegaba hasta mi balcón el aroma de leña encendida, pero no veía humo: había de ser una hoguera oculta o una chimenea clandestina perdida en medio de la oscura urbanidad.

Llegaba la época que precede al frío. Llegaba el mes de los muertos y de la nostalgia, el eterno recomenzar de la aventura, el inicio de senderos ocultos entre bosques y valles, bajo montañas.

La lluvia, cuando acompaña, es una fina cortina translúcida bajo la que reluce la cal de casas bicentenarias.

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