Pacem in terris

De todos los tesoros posibles imaginables, ya sea realistas o totalmente idílicos, la paz sobresale por encima entre los más deseados por los hombres. Calma antes y después de la tempestad, la cual suele caracterizarse por ser tan intensa como breve.

No hay mejor manera de emplear el tiempo que en perderlo, en regresar dando paseos a aquellos caminos olvidados por la rutina diaria. En contemplar cómo hemos crecido al volver a andar los mismos senderos y ver cómo ellos, sin embargo, apenas han cambiado.

El mundo alienta el tesoro de la paz sin saberlo. Paz rima en asonante con humildad y verdad; no da pie a ambiciones idiotas ni proyectos irrealizables y fácilmente sustituibles por nuevas modas. Paz eterna en latín vulgar. Solo unos pocos hemos entendido realmente su significado.

Frío, frío 2021

Al término de estos diez meses echo la vista atrás y pienso en todo lo que hemos pasado sin llegar todavía a ninguna parte definida. Momentos duros, durísimos, y un mundo vuelto del revés sobre el que, por un atisbo, pareció que cambiaban de manera brusca y casi mágica las tornas del poder para volver de nuevo al lugar donde siempre han residido, incluso con más firmeza que antes.

La pandemia nos ha impuesto el uso de una mascarilla tan incómoda como inútil, pero en cambio nos ha quitado las caretas a todos. Todas las crisis sacan lo mejor y lo peor de las personas, dependiendo de lo que sea que lleven dentro. Algunos que acostumbraban a ser próximos se han ido sin motivo, quizá para siempre; otros más distantes se han acercado sin esperarlos ni haberles dado bienvenida alguna, quizá resulten ser más verdaderos que los anteriores.

Quizá pasado este año de penumbra haya una nueva vida más allá de las estrellas; un nuevo sol amaneciendo sobre las montañas gélidas de nuestra tristeza invernal. Al final, la luz se levantará de nuevo.

Espero paciente un 2021 cargado de esperanza. Nada más por ahora.