El primer sol, apenas llegada el alba, suele traer consigo una aparente claridad en la oscuridad, como un fulgor escondido tras los montes. Ascienden los cantos de los pájaros a medida que va tiñendo la bóveda del mundo de rojo y gualda, hasta al fin extender sus rayos y alzarse hacia lo más alto, haciéndose más grande y fuerte conforme envejece el día. Irradia todo su calor sobre el suelo mientras se encamina hacia el oeste, donde se desvanece, otro día más, hasta ser relevado por la luna y las estrellas, más sabias, más prevenidas.
Los dos soles
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