La Antilla

Llegamos de buena mañana, tras un corto viaje hecho a velocidad de furtivos, a un pueblo fantasma, similar a uno del oeste americano, pero sin más desierto que las dunas de la playa. La calle principal, otrora poblada de gente haciendo colas para poder alquilar un piso por una quincena; buscando las chanclas o gafas de sol más baratas, o un lugar agradable donde cenar y reunirse con amigos más tarde, yacía ahora vacía hasta el punto de poder contemplarse el inmenso arco iris que formaba la secuencia de losas coloreadas que habían puesto el año anterior. Habíamos vuelto al mismo sitio, sí, pero aquel sitio sin gente no era ya nada. Ni siquiera el chiringuito junto a la playa sabía igual o tenía el encanto de aquella fatídica tarde donde el fútbol de la selección firmó su finiquito. La nostalgia nos hace recordar todo mejor de lo que es, que no lo que era, en realidad.

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