Veo aún el brillo de nuestro primer baile juntos, sin saber aún cómo vestirnos para gustarnos el uno al otro, sin saber siquiera si nos gusta lo que estamos haciendo, entre luces de neón y sombras, mientras fuera cae una cortina de agua helada que no nos preocupa en absoluto porque no recordamos que es de noche, ni que habrá que volver a casa pasadas unas breves horas. Ni siquiera recordamos que el tiempo existe ni aun así cómo se mide. Solo nos sentimos.
Recuerdo cómo subimos, desembragando, aquella larga cuesta en Málaga que antaño, un siglo atrás, bajara mi abuelo en bicicleta. El coche se iba para atrás en cada semáforo, pero aun así logramos que subiera hasta el Puerto de la Torre, aun más rápido que el descapotable que teníamos al lado.
Todo al son de esta canción, que acompaña bien casi todo, como una amable invitación al primer beso, larga y esperada sorpresa, punto de partida de una larga historia que cambiará totalmente nuestras vidas para siempre.