La Verdad

De pequeño me enseñaron a volver siempre a casa antes de que se hiciera de noche, a irme a la cama temprano, tras haber hecho mis deberes a tiempo y no haber tratado con desconocidos, sin embargo la vida adulta me ha exigido que haga justo lo contrario, a buscar un orden en el llamativo desorden que supone entregarse al mundo tal y como es, no como debería ser según un criterio y orden preestablecidos por una autoridad moral. La noche tiene mucho que enseñarnos, tarde o temprano, pues es de noche cuando se trastocan precipitadamente los proyectos que se planean durante días, semanas e incluso meses. Entrar en la noche más oscura a mis veinte años fue todo un descubrimiento que me hizo entender el lado sórdido de la vida, el que se oculta tras las convenciones y normas sociales, la a menudo decepcionante autenticidad que se esconde bajo el maquillaje de lo actual e inmediato.

También me enseñaron a decir la verdad, por muy incómodo que resulte y por muchos enemigos que a uno le granjee. La verdad suele sorprender a quien la escucha, que alguien recuerde en voz alta el hecho que se sabe, que se asume pero no se reconoce ni siquiera en la intimidad con uno mismo salvo raras excepciones. La verdad no ayuda a crear amistades en este mundo falso de apariencia y fatuas vanidades, de ambiciones vanas y temporales, si acaso nos indica certeramente cuáles son los amigos de verdad, que apenas se suelen contar con los dedos de una mano, si tenemos suerte. La verdad no suele atraer dinero, salvo cuando el daño está ya hecho y hay que repararlo a toda costa. No es en absoluto el camino fácil, pero es el único camino correcto que hace a uno estar bien con uno mismo, lo cual a menudo es mucho más importante que tener a los demás de su lado fingiendo aceptar una mentira común que atenta contra los propios principios. Muchas veces se ha asociado la verdad con el dogma, cuando en realidad la verdad no entiende de dogmas ni de lealtades inquebrantables a ideas fijas, al contrario, también supone ser auténtico y fiel a la verdad el cambiar de dirección si se cae en la cuenta de haber escogido un camino incorrecto durante algún tiempo.