Se habla mucho de libertad en estos tiempos, una justificacion para dignificar todos nuestros actos, aunque raramente son imparciales. Para que se pueda hablar realmente de libertad tiene que coexistir con la verdad, nadie puede ser libre dentro de una mentira, ya que al descubrirla, tarde o temprano, si su conciencia es sana, se sentirá confuso y engañado en todo lo vivido hasta entonces. La libertad de expresión supone enfrentarnos a toda clase de mentiras y tergiversaciones al alcance de cualquier mano y capaces de reproducirse bajo el criterio de una masa poco crítica como es el grueso de la sociedad actual. He convivido con personas que se creían cualquier noticia y por tanto cualquier consiguiente bulo, sin contrastar fuentes. Quizá por ello sea tan difícil rentabilizar cualquier texto que invite a pensar; tras la muerte de la literatura y del cine de autor, el público actual solo quiere imágenes. Un meme tiene más fuerza que un tuit. Las ideas valen infinitamente menos que su realización para el gran público a pesar de que todo producto final procede de una idea original, incluso aquella que evoluciona de otra. El consumismo logró conducir nuestros impulsos a través de continuas sucesiones de imágenes, muchas de ellas descartables pero aún así recurrentes, hasta amoldarse en nuestras mentes. Cabe preguntarse (aunque nadie lo hace) si nuestro modo de pensar y actuar, de tratar a las personas, sería igual si no viviéramos inmersos en un sistema capitalista. De hecho el bombardeo publicitario nos impide pensar en otra cosa que no sea en satisfacer las apetencias que nos arrojan en nuestro subconsciente supuestamente en aras de alcanzar la supuesta plenitud de nuestro yo. Pero de lo que no somos conscientes es de que esto nos hace cada día más manipulables y débiles.
Por tanto es imposible que un amigo verdadero o cónyuge como tal nos mienta, a no ser que sea una relación con fecha de caducidad. No se puede confiar en un mentiroso. Es entonces cuando nos rondará en la cabeza la gran cuestión. ¿Es mentir guardar secretos? ¿Supone guardarse algo en la mente un elemento peligroso para nuestro vínculo con alguien? Esta duda merece especial consideración.