Quemar las naves

Me he pasado media vida escribiendo en la soledad de una habitación, cambiante en capacidad y mobiliario según el país, lo cual me ha ayudado sin duda a pensar de una manera determinada y a ratos poco común, pero eso no tiene por qué resultar una ventaja competitiva, sobre todo en una sociedad que huye a toda costa del esfuerzo no remunerado. Pensar y escribir son trabajos arduos que pueden a la larga cambiar la vida de una o de muchas más personas, pero que siempre se conciben en soledad y sin más apoyos que el único objetivo de volcar las propias ideas en un soporte que ayude a conservarlas, ya sea papel, lienzo o la red.

Una vez se comienza este viaje, no hay vuelta atrás posible ni viable, hay que seguir adelante buscando ese continente nuevo, esa nueva costa que algun día portará tal vez nuestro nombre. Hasta entonces, no hay más remedio que perseverar en el rumbo tomado.

Deja un comentario