Lluvia

Volvía a llover, pero esta vez la lluvia era débil, sin dejar por ello de ser fría, y traía con ella un remoto olor a polvo, arrastrando las hojas resecas de otoños pasados.

Volvía la cabeza para mirar al pasado, que ya apenas si tenía efecto visible en mí, pero que aun así había existido alguna vez, como perdura en el subconsciente de mis años púberes el olor de las hojas de los chopos horas después del paso de una tormenta, imposible de olvidar del todo, aunque lo creamos.

Volvía a recorrer aquella maravillosa y antigua carretera que conducía a Sausset-les-Pins y a la costa. Ya no me paraba en la cooperativa vinícola para degustar vino rosado de Bandol, sino que seguía hasta el término, hasta llegar al mar.

A mí

Buscadme en medio de valles remotos,

entre pinsapos si es posible,

vestido de guardabosques y arrodillado

frente a un caño de agua bajo roca

que mane luz y aceite.

No estaré en las calles de los hombres.

Un día me hallaréis quizá postrado,

en la más alta almena del Torreón,

sin fuerzas, bajo estrellas mortecinas,

sobre un cielo amenazando tormenta.